Se trata de un majestuoso testimonio arqueológico ubicado a tan sólo dos cuadras de la plaza central de San José de la Dormida. En el lugar se encuentran las reminiscencias del paso de las primeras tribus aborígenes que habitaron el pueblo. Además, la cercanía con el río Panaholma y la conservación en estado natural del sitio lo convierten en un atractivo muy particular donde hallar hoyas y cascadas y donde disfrutar de las playas y la pesca de truchas.